viernes, 23 de junio de 2017

En Campaña...


Humberto J. González Silva


Esta mañana pude confirmar la aceptación por parte del CNE de mi postulación a la Asamblea Nacional Constituyente por el sector de las trabajadoras y trabajadores del área social, que comprende educación, cultura, comunicación social y salud.

Esta noticia me brinda la oportunidad, por una parte, de agradecer la confianza y el aliento de quienes me hicieron posible recabar los requisitos y apoyos necesarios y, por otra parte, de presentar cinco elementos que según creo resultan indispensables en esta campaña constituyente, que por lo demás es corta (poco más de treinta días que faltan hasta el 30 de julio).

Un primer elemento es poner el acento en que el llamado a la Constituyente, al poder originario, es una iniciativa legítima del Presidente Maduro (enmarcada en los artículos 347, 348 y 349 de la CRBV), dirigida a construir un camino para garantizar LA PAZ.

Reconozco que compartí con aquellos que dudaron de esta convocatoria, pues las características originarias de la Asamblea Nacional Constituyente podían poner en riesgo (ante una eventual y posible mayoría contrarrevolucionaria) el modelo humanista y profundamente democrático, igualitario y soberano trazado en la Constitución de 1999, un marco ampliamente legitimado que hasta el momento ha probado su eficacia para propiciar la justicia social y la participación popular protagónica en la construcción de la Revolución Bolivariana. No en balde algunos sectores de las fuerzas contrarrevolucionarias habían planteado una Asamblea Nacional Constituyente precisamente como atajo para “salir de Maduro” y acabar con el modelo político, montados en su momento triunfal de diciembre de 2015... Pero, como han demostrado claramente los hechos, la Constituyente no podía de ninguna manera ser una opción para los planes de la derecha, su “unidad” solo ha sido posible arrastrándose unos a otros en las acciones para contraponerse al chavismo, a la Revolución Bolivariana. El factor clave de su convocatoria ha sido el no exponer nunca un proyecto alternativo, mantener ocultos sus propósitos, insurgir solamente denunciando las carencias y debilidades del Gobierno Revolucionario. Esta estrategia les permite a un mismo tiempo auspiciar la guerra económica y quejarse de sus efectos, producir caos y quejarse de la inseguridad, destruir transportes de alimentos y bloquear vías de abastecimiento mientras protestan por la escasez, sabotear tendidos eléctricos y quejarse por la suspensión del servicio. Todo con tal de “salir del régimen”. Una Constituyente obligaría a discutir proyectos y rumbos para Venezuela, hacerlos públicos, desnudar lo oculto.

La paz hoy solo es posible mediante una reorganización del Estado. La colonización de la Asamblea Nacional, convirtiendo la mayoría lograda por votos en una palanca para sabotear todo el funcionamiento del Estado y atentar contra la Nación, declarando la guerra sin la menor intención de coexistencia a todos los demás poderes, cerrando todas las puertas a cualquier posibilidad de diálogo y la posterior colonización de la Fiscalía General de la República, en medio de una insurrección, absurda y mediática, pero profundamente dolorosa por sus saldos crecientes de muerte y destrucción, apuntando siempre a la justificación de una intervención extranjera, requieren salidas radicales y profundamente democráticas. La Asamblea Nacional Constituyente, el llamado al poder originario es la herramienta jurídica y política para suspender este juego perverso y e4ncara los cambios que sean necesarios, eso sí, con la participación protagónica del pueblo. La paz también supone que sigamos insistiendo en el diálogo con todos y todas, incluso con los que se han puesto de espaldas al país. Pero la paz exige justicia, no puede forjarse una paz verdadera si no se establecen y asumen responsabilidades.

Un segundo elemento indispensable es desentrañar las características de la confrontación que vivimos. Nuestro enemigo no es la población identificada con la oposición, ni mucho menos los decepcionados, críticos o desesperados por la guerra económica. Los enemigos principales no son siquiera los grupos de choque (fasci di combattimento, de esa expresión italiana viene el nombre del fascismo) que protagonizan la destrucción, la violencia y los juegos mortales a los que convoca la derecha.

Una pista de como se plantea la confrontación nos la ofrece el propio Julio Borges en una entrevista ayer donde reseña sus viajes por el mundo y sus esfuerzos en la Asamblea de la OEA para lograr una condena contra Venezuela. Se le olvidó decir que eran esfuerzos acompañados por el Secretario General de la OEA y los representantes de EEUU. No se dice porque a todos parecería un tanto extraño que Borges y la mayor potencia militar del mundo puedan operar “juntos”. Porque aquí no pueden estar uno al lado del otro, sino más bien uno detrás del otro. No es el Departamento de Estado de los EEUU quien “acompaña” o “apoya” a Borges, No están acostumbrados a eso. Es una oposición al servicio del Departamento de Estado.

Y el Secretario de Estado (de Relaciones Exteriores) del gobierno de Donald Trump es Rex Tillerson, quien desde 2006 hasta su nombramiento fue presidente y director ejecutivo (chairman y CEO) de ExxonMobil, la mayor empresa petrolera estadounidense, ubicada entre las diez mayores empresas de todo el mundo, con ingresos según la Revista Forbes de 197 mil millones de dólares en 2016. Un secretario de Estado que ha declarado ser dueño de 218 millones de dólares en acciones de Exxon. Ni el más ingenuo de los lectores podría creer que las motivaciones de Tillerson al ingresar al gobierno de Trump fueran altruistas.

El interés que mueve los hilos que asedian a Venezuela es expropiarnos de las reservas petroleras, de nuestras reservas petroleras. Así de simple. Como ha señalado Fernando Travieso, esto es particularmente importante tenerlo claro. Conociendo el interés central que mueve el ataque contra Venezuela es que podemos concebir las formas de defendernos.
Este interés central es concurrente con otros: acabar con la esperanza de los pueblos encarnada en la Revolución Bolivariana (“acabar con el mal ejemplo”), ponerle las manos a otros recursos (oro, diamantes, coltan, etc.), restituir los privilegios de la oligarquía venezolana, etc. Pero no puede apartarse la mirada de ese punto central que explica la insistencia en condenar a Venezuela en la OEA, intentar bloquearnos y aislarnos internacionalmente, generar y sobredimensionar mediáticamente la crisis, declaranos como “amenaza inusual y extraordinaria”
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El tercer elemento que deseamos subrayar en esta campaña es la necesidad de construir en cada momento la democracia participativa y protagónica. El comandante Chávez insistía en que los avances en este terreno no nos llamaran a engaño, que todavía hay mucho camino que recorrer para construir una participación protagónica plena y auténtica. Tenemos que desterrar (o ir desterrando a diario) la tendencia al eterno retorno de la sustitución del protagonismo popular por el poder de los representantes y de la burocracia. En este proceso constituyente es el pueblo, todo el pueblo, el que tiene que tener a palabra. Las constituyentes y los constituyentes electos tiene que ser voceras y voceros del pueblo y no pretender sustituirlo. No solamente exponemos en esta campaña nuestras propias ideas, sino que tenemos que escuchar y debatir, aprender a construir colectivamente nuestro rumbo como pueblo.

El cuarto elemento a resaltar lo hemos vivido ya en las calles y en los encuentros en que nos hemos encontrado distintos postulados y postuladas. Y es que se trata de una campaña entre hermanas y hermanos (aunque, por supuesto que puede haber algún coleado, la puerta ha estado abierta para todas y todos). Este proceso, con sus más de 50.000 prepostulados y prepostuladas, con sus más de seis mil postulados y postuladas que recogieron sus firmas y entregaron sus recaudos, tiene la fuerza de la esperanza, la solidaridad y la participación.

Revisando la lista de postulaciones aceptadas por el CNE encontramos en el mismo sector de los trabajadores y trabajadoras del área social, encontramos 71 postulados y postuladas individuales y cinco listas, un total de 115 candidatos y, entre ellos a gente que conocemos. Por ejemplo, el profesor Juan Carlos Villegas de la Universidad de Los Andes o la muy querida maestra Yoama Belinda Paredes, quien desde todos los terrenos ha motorizado la transformación educativa, el impulso a la construcción colectiva y el protagonismo de los que han sido históricamente relegados. Encontramos en una lista juntos al camarada Oswaldo Vera, a Sandino Primera y Rodbexa Poleo, artistas revolucionarios de los que todos nos sentimos orgullosos, a Carlos López, Orlando Pérez y otros dirigentes sindicales de larga trayectoria en la educación básica y en la educación universitaria. Y que me disculpen los que no nombro ahora por la rapidez con la que tengo que escribir. No competimos con ellos y ellas, compartimos con ellas y ellos este formidable ejercicio de democracia verdadera. No es por falta de opciones que alguien pueda dejar de asistir a esta gran cita democrática del 30 de julio. Busquemos todos y todas las listas, allí conseguiremos a los constituyentes sectoriales y territoriales que consideremos más cercanos y elijamos.

Será un proceso constituyente más auténtico en la medida que sea un dialogo y una construcción colectiva entre hermanas y hermanos. Tiene que ser un proceso para buscar e incorporar a todas y todos, para construir y fortalecer la unidad del pueblo.

El último elemento que quiero resaltar hoy es que queremos que este sea un proceso de toma de conciencia. Tomar conciencia es darse cuenta, leer y mirar en profundidad para ir más allá de las apariencias. Tiene que ser un proceso para desarrollar nuestra capacidad crítica, para remover los velos que oscurecen la comprensión de la realidad. Un pueblo cada vez más consciente es un pueblo cada vez más capaz de ejercer la auténtica soberanía.

Caracas, 22 de junio de 2017


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